Mientras los hijos de Judá estaban en la miseria y el oprobio, Nehemías ocupaba en la corte uno de los más honorables puestos: el de copero del rey. Habría podido conservar egoístamente esa ventajosa colocación. O aun justificarla, diciéndose: «Ya que tengo la confianza del rey, junto a él seré más útil a mi pueblo. Dios me colocó aquí con este fin».
Pero Nehemías no razona así. Su corazón, como el de Moisés en otros tiempos, le lleva a visitar a sus hermanos, los hijos de Israel (Hechos 7:23). Y antes que gozar de los deleites temporales del palacio real, él escoge "ser maltratado con el pueblo de Dios" (Hebreos 11:25).
Note que su conversación con Artajerjes no solo es precedida sino también acompañada por la oración (Nehemías 1:1; 2:5). Entre la pregunta del rey y su propia respuesta, Nehemías halla el tiempo de dirigirse a Dios en su corazón. Se ha llamado a esto una «oración flecha». ¡Imitemos a menudo ese ejemplo! Y como ese servidor (de Jehová antes que del rey) veremos la buena mano de Dios descansar sobre nosotros y sobre lo que hagamos.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"