Nehemías llega a Jerusalén provisto de las cartas del rey. Empieza por hacer la inspección de los muros, o más bien de lo que queda de ellos. Su hermano le había hablado de esto (cap. 1:2-3), pero él desea darse cuenta por sí mismo de la amplitud de los daños. ¡Grande es su consternación ante ese espectáculo, al cual los habitantes de Jerusalén, por su parte, se habían acostumbrado! Creyentes, ciertamente también corremos el peligro de volvernos indiferentes acerca del estado de ruina en el cual se halla hoy la Iglesia responsable. Ningún muro la protege ya contra la invasión del mundo. Y tal estado le conviene perfectamente a sus enemigos.
En tiempos de Zorobabel y Esdras, para Israel esos enemigos se llamaban: Bislam, Tabeel… luego Tatnai, Setar-boznai y sus colegas. En el de Nehemías se trata de Sanbalat, Tobías y Gesem. El diablo se sirve de diversos instrumentos. Renueva su «personal». Pero su meta siempre es la misma: mantener al pueblo de Dios en la humillación y la servidumbre.
Nehemías sabe arreglárselas para exhortar a los hombres de Jerusalén. Su nombre significa: Jehová consoló. Obtiene esta alegre y alentadora respuesta:
Levantémonos y edifiquemos (v. 18).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"