Al principio de este capítulo Jesús responde a una pregunta de los fariseos y condena nuevamente el divorcio (cap. 5:31-32). Luego bendice a los niños que le son presentados y reprende a los discípulos que quieren impedirlo, diciendo:
Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos (v. 14).
¿Formamos parte de los que por la oración llevan a almas jóvenes al Señor? ¿O por el contrario somos de aquellos que impiden que se vayan a Él, quizás por un mal ejemplo?
En el versículo 16 vemos a un joven ir a Jesús con un buen deseo: obtener la vida eterna. Pero la pregunta estaba mal formulada y el Señor deseaba hacer entender esto a su visitante: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”. La respuesta del joven demuestra que él no era consciente de su incapacidad para hacer algo bueno por sí mismo. Entonces Jesús le muestra que hay un ídolo en su corazón: las riquezas, ¡obstáculo que impide a tantas personas que vayan a Cristo y le sigan! Por cierto, la vida eterna no se obtiene haciendo el bien, cualquiera que sea. Y las mejores disposiciones, con las más valiosas cualidades naturales, no sirven para merecerla, porque no se puede adquirirla por medio de méritos. Ella es el don gratuito que Jesús da a los que lo siguen (Juan 10:28).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"