Sísara huyó a pie; sus novecientos carros de hierro no le sirvieron de nada. Creyó hallar asilo en la tienda del ceneo; pero encontró la muerte por mano de Jael, una mujer de fe. Esa familia del ceneo es interesante. En otros tiempos, Hobab, su antepasado, había rehusado acompañar a Israel (Números 10:29-30). Pero más tarde, sus descendientes siguieron al pueblo (cap. 1:16) y en nuestro capítulo toman parte en sus luchas y su triunfo.
Al llegar, Barac halla a su enemigo muerto a manos de una mujer, perdiendo así una parte del honor de la victoria, como se lo había anticipado Débora.
Pese a todo, Dios distingue la fe donde nosotros no la vemos brillar, pues el nombre de Barac figura en la lista de los fieles testigos del capítulo 11 de Hebreos, en el versículo 32. ¡Qué gracia! Lo poco que hacemos para el Señor, a menudo mezclado con sentimientos humanos, tiene un precio para él y él lo recordará.
Cuán lejos está el día en que todo el pueblo cantaba en la orilla del mar Rojo. En estos tiempos de debilidad oímos solo dos voces, la de Débora y la de Barac, un hombre y una mujer de fe. Pero su cántico no es menos triunfante. Empieza por alabar a Jehová a quien corresponde la gloria de la victoria.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"