Los hijos de Israel estaban autorizados para concertar la paz con las ciudades lejanas. Pero no debían tener piedad con las poblaciones próximas, las cuales les impedían entrar en posesión de su país. En lo concerniente a nosotros los cristianos, tenemos que hacer una distinción entre las cosas de las cuales nos podemos servir legítimamente y las que resueltamente debemos rechazar porque nos impedirían disfrutar nuestra herencia celestial. A nosotros nos corresponde discernirlas.
El israelita debía respetar los árboles fructíferos y no utilizarlos para hacer la guerra. ¡Advertencia que puede tener una aplicación espiritual! Se ven a cristianos manifestando un celo ciego y sectario, al condenar situaciones y esgrimir como arma de guerra lo que tal vez Dios haya dado para refrescar y alimentar a los suyos. Los versículos 19 y 20 nos ponen sobre aviso contra el despilfarro. Pensemos en el ejemplo que Jesús mismo nos dio. Siendo él el Creador que podía multiplicar los panes hasta lo infinito –y que acababa de dar la prueba de ello–, tuvo el cuidado de hacer recoger las sobras en unas cestas, “para que no se pierda nada” (Juan 6:12).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"