Un falso profeta es particularmente peligroso cuando se levanta de en medio del pueblo de Dios. Los apóstoles nos previenen contra esos propagadores de doctrinas perversas que “con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos” (Romanos 16:18; 2 Pedro 2:18; 1 Juan 2:19; Judas 4). “No darás oído…”, ordena el versículo 3. Por el contrario:
En pos de Jehová vuestro Dios andaréis… y escucharéis su voz.
(v. 4)
La seguridad para las ovejas del buen Pastor consiste en conocer su voz (Juan 10:4-5). Entonces no tienen ninguna dificultad para distinguir la voz de un extraño y huir de él. Un segundo peligro no menos sutil es al que nos exponen las malas influencias, tanto más temibles por cuanto provienen de alguien cercano.
No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.
(1 Corintios 15:33)
Tengamos el valor de romper con las relaciones que tienden a alejarnos del Señor (Lucas 14:26). Finalmente el mal puede tomar un carácter colectivo: toda una ciudad podía contaminarse con el mismo. El creyente fiel es llamado a apartarse de cualquier medio religioso en el cual, a la luz de la Palabra de Dios, se haya descubierto la presencia de iniquidad y no exista el deseo de arrepentirse (2 Timoteo 2:19).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"