Pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma.
(v. 18)
“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros…”,dijo el Señor Jesús a sus discípulos. Si permanecemos en él, sabremos cómo orar (Juan 15:7), cómo hablar de él (Salmo 45:1; Mateo 12:34), cómo huir del mal (Salmo 119:11). En cada instante del día pensaremos en estas palabras y en Aquel que las pronunció. Nuestras charlas, nuestros actos y nuestro andar llevarán su impresión. Hasta en nuestro rostro podrá leerse la felicidad que nos producen. En nuestro hogar, en nuestro trabajo, en nuestras idas y venidas en todo adornaremos “la doctrina de Dios nuestro Salvador” (Tito 2:10).
Luego viene la conclusión de todas las exhortaciones a la obediencia:
He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición.
(v. 26)
Estos dos caminos se abren ante cada uno de nosotros. Uno es el sendero estrecho de la obediencia al Señor, el otro el camino ancho de nuestra propia voluntad. Pero en este cruce, Dios ha colocado postes indicadores. El camino de la obediencia conduce a la bendición; el de la propia voluntad a la maldición. ¿Cuál quiere escoger y seguir usted?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"