Las dos primeras tablas, apenas estuvieron en las manos de Moisés, fueron rotas para que el juicio no entrase juntamente con ellas en el campamento idólatra. Por eso esta vez Jehová manda colocar inmediatamente las nuevas tablas en el arca, tipo de Cristo, garante de la integridad de la ley. Según sus propias palabras, Jesús no vino para abolir la ley, sino para cumplirla. ¡No hubo una jota ni una tilde de la ley que el Señor no cumpliera a la perfección! Por esto también será el más grande en el reino de los cielos (Mateo 5:17-19).
2 Corintios 3 compara los diez mandamientos inscritos antiguamente en tablas de piedra con la “carta de Cristo”, grabada “en tablas de carne del corazón”. Esta se resume en un nombre: Jesús, el que el Espíritu Santo imprime en el corazón de sus redimidos. Pero no para dejarlo escondido. Una carta se escribe para que sea leída. El nombre de Cristo, inscrito en nuestros corazones, debe ser leído por aquellos que nos conocen. En nuestro entorno son muchos los que nunca leen la Biblia. De modo indirecto se les puede obligar a hacerlo si la conducta que observan en nosotros es conforme a sus enseñanzas y refleja a Jesús (1 Pedro 3:1-2).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"