Para describir la fuerza de los enemigos de Israel, Moisés emplea los mismos términos usados por los hombres incrédulos que habían atemorizado el corazón del pueblo (cap. 1:28). Porque ese poder del enemigo era real. Y no era cuestión de minimizarlo, sino de confiar en un poder más grande.Jehová iría delante de ellos para combatir y destruir dicho poder.
Contrariamente a los criterios humanos –basados en la cantidad y la calidad–, la intervención de Dios en favor de Israel no está determinada por el número de guerreros (cap. 7:7) ni por las buenas disposiciones naturales de ese pueblo (v. 6).
Por tanto, sabe que no es por tu justicia –recuerda Moisés– que Jehová tu Dios te da esta buena tierra para tomarla.
Al igual que Israel, el hijo de Dios no tiene justicia propia que hacer valer.
No por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia.
(Tito 3:5)
Y para que el pueblo no caiga en la tentación de atribuir la elección de Dios a sus méritos personales, Moisés les recuerda el episodio vergonzoso y humillante del becerro de oro. Así como continuamente debemos recordar la fidelidad del Señor (cap. 8), también es necesario que no olvidemos cuán débil es nuestro corazón (v. 7; Ezequiel 16:30).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"