Tentar a Dios es pedirle que dé prueba de lo que dice. Y esto no es sino incredulidad. En Masah el pueblo quería comprobar si realmente Jehová estaba en medio de ellos (Éxodo 17:7). Pero Jesús no tuvo ninguna necesidad de echarse desde el pináculo del templo para saber que las órdenes sobre su protección habían sido dadas a los ángeles (Mateo 4:6).
Según el versículo 7, los padres eran responsables de enseñar las palabras de Jehová a sus hijos. El versículo 20 prevé que los hijos interrogarán a sus padres acerca de los decretos del Señor. Tales preguntas son presentadas en otras tres ocasiones. En Éxodo 12:26 con respecto a la pascua, (¿cuál es el medio de salvación?). En Éxodo 13:14 a propósito de la consagración de los primogénitos, (¿por qué esta continua separación del mundo?). Y en Josué 4:6 con respecto a las doce piedras sacadas del Jordán y erigidas en Canaán (cuestiones relativas a la posición celestial del creyente y a la unidad de la Iglesia, el cuerpo de Cristo). Cada vez las respuestas se refieren a la liberación de la que el pueblo fue objeto (v. 21-25).
Israel no debía perdonar nada de los cananeos ni de sus dioses. No para satisfacer el espíritu belicoso y dominador que generalmente suele animar a los pueblos conquistadores, sino porque era un pueblo santo, consagrado a Jehová (v. 6).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"