Habían salido doce exploradores: uno por cada tribu. Cuando se pusieron en camino nada distinguía a los unos de los otros. Pero los cuarenta días de viaje pusieron a estos hombres a prueba (el número 40 en la Biblia habla de una puesta a prueba). De regreso cada uno muestra lo que hay en su corazón. ¿Cuál es el resultado? Diez son incrédulos; solo dos, Josué y Caleb, confían en Dios. La fe conoce al Señor y aprecia las circunstancias desde el punto de vista de Dios; la incredulidad, por el contrario, las mide según dimensiones humanas y se detiene ante obstáculos visibles. Los gigantes, hijos de Anac, no eran imaginarios, como tampoco lo eran las altas murallas. Pero el error de los espías incrédulos era fijarse en su propia pequeñez y preocuparse por lo que esos enemigos pensaran de ellos (v. 33 final). Era a Jehová a quien debían mirar. Josué y Caleb no tienen vergüenza de declarar su fe ante todos. Aprecian la herencia prometida e instan a sus hermanos a que se apoderen de ella. Hermoso ejemplo, ¿no es verdad? ¿Formamos parte de los que recomiendan “el país” o de quienes desaniman a las almas para que no sigan a Jesús?
No estar de acuerdo con la mayoría siempre es difícil y a veces peligroso. El pueblo quiere apedrear a los dos hombres (v. 10), pero ellos tienen a Dios de su parte.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"