Antes de ser presentados como ofrenda mecida, los levitas eran purificados, se ofrecían sacrificios por ellos, hacían pasar la navaja por todo su cuerpo (v. 7) y lavaban sus vestiduras. Estas imágenes también las encontramos en la consagración de los sacerdotes y en la purificación de los leprosos. No corresponden a la conversión, sino al trabajo que el Espíritu Santo hace por medio de la Palabra para que los creyentes se mantengan puros. La navaja es imagen del juicio que hemos de aplicar a todo lo que la carne produce. En el servidor, el orgullo particularmente crece rápido si no está a mano la “navaja” para vigilar sus apariciones. Por otra parte, cuando nos lavamos, no nos gusta usar nuevamente las ropas sucias. Y, para servir al Señor, necesitamos no solamente una buena conciencia, sino también una conducta exterior irreprochable.
Solo después de esto el levita podía cumplir su servicio (v. 22.) ¡Importante lección! Cualquier oficio implica un aprendizaje, un período de preparación. Con mayor motivo el servicio del Señor. Antes de empezar apresuradamente un trabajo para Cristo, dejémoslo hacer lo que, por su gracia, él quiere hacer en nosotros.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"