Históricamente nos encontramos en el período que sigue al Pentecostés. Israel está puesto a un lado. Es el tiempo de la Iglesia, durante el cual el Señor Jesús reúne en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos (Juan 11:52). Sin embargo, viene el día cuando todo Israel a su vez será reunido. Después del arrebatamiento de la Iglesia, la “conmemoración al son de trompetas” o fiesta de las trompetas (Números 29:1), convocará al pueblo y lo reunirá en su país con motivo de la gran aflicción de la sexta fiesta: el día de expiación, que corresponde a las ceremonias del capítulo 16. Israel, angustiado, esperará que aparezca para su salvación y liberación Aquel que ahora está en el santuario, juntamente con los suyos (Hebreos 9:28). Por último llegamos a la fiesta de los tabernáculos. Ella prefigura el reinado de justicia y de paz sobre la tierra, que se suele llamar el milenio. Contemos las veces que se repite en este capítulo: “Ningún trabajo haréis en este día”. En todo el maravilloso plan de gracia que va desde la cruz hasta la gloria, Dios se ha reservado el privilegio de trabajar él mismo. El hombre y sus esfuerzos no tienen nada que ver con eso. Es obra divina.
Gloria y hermosura es su obra.
(Salmo 111:3)
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"