Desde el capítulo 21:1 hasta el capítulo 22:16 Dios vela sobre el mantenimiento de un sacerdocio sin mancha, mientras que en los versículos 17 a 33 se ocupa de la calidad de las ofrendas. ¿No es verdaderamente triste que deba especificar: no me ofrendaréis bestia enferma o que tenga defecto? A pesar de estas recomendaciones que parecen innecesarias, el profeta Malaquías dice que el pueblo solía traer semejantes ofrendas. Obrar así era doblemente inicuo. En primer lugar porque era despreciar a Jehová. Lo que uno no se atrevería a presentar a un príncipe o gobernante (Malaquías 1:8), lo que ni siquiera servía para vender, se ofrecía como algo bueno para Dios. En segundo lugar porque todos estos sacrificios, al hablar de Cristo, víctima perfecta, debían ser sin defecto. Queridos cristianos, ¿qué apartamos para el Señor de nuestro tiempo, de nuestras fuerzas, de nuestra inteligencia, de nuestro dinero? ¿Lo mejor, o solamente lo que nos sobra, aquello con lo que no sabemos qué hacer?
A diferencia de los sacrificios por el pecado, que eran necesarios y obligatorios, aquí se trata de las ofrendas de paz, “voluntarias”, facultativas. A nosotros Dios tampoco nos impone nada por la fuerza, no nos exige nada. Pero cuanto más el amor de Jesús tenga influencia en nuestro corazón, tanto más exigentes seremos con lo que le ofrecemos.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"