Este capítulo constituye el calendario de “las fiestas solemnes de Jehová”, dicho de otro modo, de las fiestas que se repetían cada año. Eran siete, sin contar el sábado, día de descanso semanal del cual se habla en primer lugar. Se ha podido constatar que estas fiestas, en su orden sucesivo, despliegan ante nuestros ojos la historia de Israel desde la cruz, los designios de Dios con respecto a este pueblo, sus propósitos concernientes a la Iglesia (aunque de manera más velada) y sus designios referentes a su Hijo. Todo se inicia en la pascua. El punto de partida de las bendiciones de Israel y de la Iglesia, como también de la felicidad de todo hombre, es la cruz. Después de la pascua aparece la fiesta de los panes sin levadura, la cual evoca a Aquel que no ha conocido pecado y cuya separación del mal debe reproducirse en la marcha de la Asamblea, esto es, de cada redimido. La “vieja levadura” debe quitarse, porque somos “nueva masa, sin levadura”, recuerda Pablo a los corintios (1 Corintios 5:7).
A continuación viene la fiesta de las primicias. Esta primera gavilla mecida es una vez más Cristo en su resurrección triunfante, primogénito de entre los muertos, presentado a Dios según los diversos aspectos de sus glorias, “para que seáis aceptos” (v. 11).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"