Así como el solo hecho de pertenecer a la familia de Aarón otorgaba el título de sacerdote, todos los redimidos del Señor son hoy en día adoradores (1 Pedro 2:5). En cambio, si se trataba de ejercer su servicio, un sacerdote podía ser descalificado. El contacto con la muerte, un casamiento no según Dios o un defecto natural incorregible privaba a los hijos de Aarón de sus santas funciones. Podían alimentarse con el pan de Dios, exactamente como sus hermanos (v. 22), pero no conocían el gozo de servirle. Desgraciadamente, ¡hoy hay muchos creyentes en el mismo estado! Los que son ciegos en el sentido de 2 Pedro 1:9, o cojos según Hebreos 12:13, conservan su título y privilegio de hijos de Dios, pero no pueden cumplir como deberían su servicio de adoradores. Y ello supone una gran pérdida, no solo para ellos sino primeramente para el Señor.
Si nuestro Sumo Sacerdote soporta con indulgencia los defectos y las imperfecciones de los suyos (cap. 21, lo que nos confirma Hebreos 4:15), no puede tener comunión con lo que, en el capítulo 22, en ellos es la imagen de un pecado positivo: un flujo o una lepra (v. 4). La impureza en un creyente no le permite gozar de las “cosas santas”.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"