Se ha notado la concordancia que hay entre los cuatro grandes sacrificios y el aspecto bajo el cual cada uno de los cuatro evangelios presenta la obra de Cristo. En Juan, Jesús es el santo holocausto, Aquel que el Padre ama porque puso su vida de sí mismo (cap. 10:17-18). Lucas nos hace admirar la vida del Hombre perfecto del cual habla la ofrenda vegetal. Marcos nos muestra al Siervo de Dios representado por el sacrificio de consagración o de paz. Finalmente Mateo, más que los otros, lo presenta como Aquel que “salvará a su pueblo de sus pecados” (cap. 1:21). Los capítulos 6 y 7 toman estas cuatro clases de sacrificios para dar la ley de ellos, es decir, la manera cómo el sacerdote había de ofrecerlos. El holocausto debía ser continuo (v. 13), la ofrenda vegetal era “estatuto perpetuo” (v. 18). Ayer mencionamos los temores del israelita que nunca estaba seguro de ser hecho perfecto mediante los mismos sacrificios ofrendados continuamente. Pero el capítulo 10 de Hebreos nos muestra al sacerdote, quien asimismo nunca terminaba, pues estaba “día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios…”. Luego presenta a Jesús quien,
habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio, se ha sentado a la diestra de Dios.
(Hebreos 10:1, 11-12)
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"