Muchas personas no se consideran culpables de sus faltas inconscientes; parten del principio de que Dios no puede reprocharles su ignorancia y que tomará en cuenta su «buena voluntad». ¡Funesta ilusión! Si Dios previó un sacrificio por los pecados cometidos por error, ello es la prueba de que el pecador, aun ignorante, es culpable ante Él. Además nuestras leyes también aplican el mismo rigor; la ignorancia de la ley no excusa su cumplimiento. Una infracción del código, aun involuntaria, me expone a una multa. A los ojos del Dios santo, el pecado cometido permanece; no queda disculpado por mi indiferencia. Pero sé que para todo pecado, si bien hay condenación, también hay un sacrificio que lo perdona. Fue necesaria la inmensa obra de la cruz para borrar lo infinito de la ofensa perpetrada contra Dios por mis pecados, voluntarios o no, tanto los que recuerdo como los que he olvidado desde hace mucho tiempo.
Al colocar su mano sobre la cabeza de la víctima, aquel que la presentaba hacía pasar su pecado a ella. Reconocía que era culpable y merecía la muerte, pero que el animal ofrendado lo remplazaba para cargar con ese pecado y morir en su lugar. Eso fue lo que Jesús, nuestro perfecto Sustituto, hizo por nosotros.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"