En su conjunto, el pueblo de Judá no siguió el ejemplo de Josías. Muchas señales lo mostraban. Se les impuso la obediencia a la ley. Durante la Pascua, estaban lejos de manifestar la misma alegría y la misma espontaneidad que en la Pascua de Ezequías. El mismo rey y los jefes tuvieron que proveer los sacrificios (cap. 35:7-9). Ahora que el fiel Josías ha sido retirado, que el justo ha sido
Quitado de delante del mal
(Isaías 57:1, V. M.),
nada impide que Jehová ejecute su juicio contra Judá. Entonces, los acontecimientos se precipitan; cuatro soberanos se suceden: Joacaz, Joacim, Joaquín y Sedequías… ¡unos peores que otros! Su espíritu de rebeldía da la ocasión, primero para Egipto y luego para Babilonia, de intervenir en los asuntos del pequeño reino. El adversario y el enemigo entran por las puertas de Jerusalén (Lamentaciones de Jeremías 4:12); tres veces se van a producir parciales transportaciones a Babilonia, sufriendo los objetos del templo la misma suerte que las personas. Los versículos 14 y siguientes subrayan que los jefes de los sacerdotes y el pueblo comparten la responsabilidad de sus reyes en el juicio que los alcanza.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"