Mientras resuena el cántico de la liberación, ¡los enemigos se matan unos a otros! Para Judá ahora solo se trata de comprobar el aniquilamiento y apoderarse del abundante botín. ¡Cuántas veces, de la misma manera, Dios hizo desaparecer de nuestro camino dificultades que nos parecían insuperables!
Luego, el pueblo vuelve a juntarse para celebrar a Jehová en el valle de Beraca, o valle de la bendición (léase Salmo 107:21-22).
Pensemos en el triunfo que Jesús logró en la cruz sin la menor participación de los creyentes. ¿Qué les queda entonces por hacer? Gozar de los frutos de esa victoria, y con el corazón lleno de agradecimiento, celebrarla en medio del valle terrestre, antes de hacerlo eternamente en la santa Ciudad (comp. v. 28).
El último párrafo vuelve atrás sobre el reinado de Josafat. Recuerda que después de su desastrosa alianza militar con Acab, el rey de Judá concertó otra, no menos lamentable, con su hijo Ocozías, pero con finalidad comercial. Dios permite que esta sea un fracaso y, por boca de Eliezer, nos dice lo que piensa de esa clase de asociación con el mundo, hecha con la meta de enriquecerse.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"