No menos de tres adversarios avanzan juntos contra el pequeño reino de Judá. Son los enemigos de siempre: Moab, Amon y otros de Edom. Ante la amenaza de invasión, Josafat busca a Jehová y hace pregonar un ayuno. El pueblo se reúne. Refiriéndose a la oración de Salomón (cap. 6:34-35), el rey se pone de pie delante de la santa Casa e invoca a Aquel que prometió escuchar y salvar (cap. 20:8-9).
Al sumar los efectivos militares de los cuales disponía Josafat (cap. 17:14-18), se llega al impresionante número de un millón ciento sesenta mil soldados. Sin embargo, prácticamente no se habla de ellos en este largo capítulo. Josafat ha comprendido las palabras del Salmo 33:
Un rey no se salva por la multitud del ejército, ni escapa el valiente por la mucha fuerza… Nuestra alma espera a Jehová; nuestra ayuda y nuestro escudo es él
(Salmo 33:16, 20).
Así, el rey reconoce igualmente su falta de fuerza y de sabiduría (v. 12). Y agrega: “A ti volvemos nuestros ojos”. “Los ojos de Jehová contemplan toda la tierra para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él” (cap. 16:9).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"