La ferviente oración de Josafat recibe una respuesta pública e inmediata. En nombre de Jehová, Jahaziel tranquiliza al pueblo y a su rey. Su discurso es un aliento divino, cuya lectura, desde entonces, ha sido de provecho para muchos creyentes en peligro. Comparemos el versículo 17 con las palabras que Moisés dirige a Israel en el momento de pasar el Mar Rojo:
No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros
(Éxodo 14:13).
Sin esperar a que Dios obre, Josafat, junto con todo el pueblo, da gracias y adora. La fe que de antemano no solo pone a un lado toda inquietud, sino que también agradece la respuesta, glorifica a Dios. Es actuar como el divino Modelo, quien tenía una entera certeza de la contestación divina. Dispuesto a resucitar a Lázaro en virtud del poder de Dios, su Padre, Jesús comenzó por dirigirse a él, diciendo: “Padre, gracias te doy por haberme oído” (Juan 11:41).
¡Cuán hermoso es ese culto celebrado en la misma presencia de los enemigos! (véase Salmo 23:5). Los que alaban salen delante de las tropas equipadas. Y el canto de triunfo repentinamente entonado da, por decirlo así, la señal de una extraordinaria victoria obtenida sin haber dado un solo golpe.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"