Salomón consolida su reino. Edifica ciudades de aprovisionamiento y obras militares. Entre estas, Bet-horón la de arriba y Bet-horón la de abajo (v. 5) nos recuerdan la extraordinaria victoria de Josué (o más bien la de Jehová) en la pendiente que separa estas dos ciudades (Josué 10:11). Ahora, todos los cananeos que sobrevivieron al tiempo de la conquista a causa de la infidelidad del pueblo, son sometidos a rendir tributo. Los hijos de Israel al contrario, por obediencia a la Palabra (Levítico 25:42), están exentos de esos trabajos, los que se reservaban a los esclavos. De esa manera el rey hace una clara diferencia entre los que pertenecen al pueblo de Dios y los que no, incluso cuando se trata de su propia mujer (v. 11). Esta distinción todavía existe hoy, nunca lo olvidemos.
Es cierto que en otros tiempos éramos esclavos del pecado (Romanos 6:20). Pero ahora el Hijo nos libertó; somos libres (Juan 8:36), libres para alabar y ministrar… “cada cosa en su día” (v. 14). Pero no somos libres para hacer nuestra propia voluntad.
No se apartaron del mandamiento del rey
(v. 15).
El versículo 13 menciona el mandamiento de Moisés, y el versículo 14 el de David. Para el creyente, la verdadera libertad consiste en hacer, por amor, la voluntad del Señor.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"