¡Gloria, riquezas, sabiduría, poder! El reinado del hijo de David termina con una magnífica visión. No solo la reina de Sabá, sino todos los reyes de la tierra acuden para oír la sabiduría del gran Salomón, para traerle presentes; pero, ante todo, procuran ver su rostro (v. 23).
¡Con cuánta más razón ocurrirá así con el Señor Jesús cuando venga!
Verán reyes, y se levantarán príncipes, y adorarán por Jehová; porque fiel es el Santo de Israel, el cual te escogió
(Isaías 49:7; léase Isaías 11:10).
También está escrito: “Tus ojos verán al Rey en su hermosura” (Isaías 33:17). El cumplimiento de esta promesa será para Israel y para las naciones la suprema bendición. Pero, Sus bienaventurados redimidos serán los primeros en contemplarle.
¡Sí, ver al Señor! Este pensamiento, ¿llena nuestro corazón de gozo… o de temor? ¿O nos deja indiferentes?
La historia de Salomón ha concluido. Pero, ¿dónde están los graves pecados puestos en evidencia en el primer libro de los Reyes? ¿Es posible que nuestro libro no haga la menor mención de ellos? En verdad, la maravillosa gracia de Dios los borró a fin de mostrarnos a través de este rey a Uno más grande que Salomón.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"