Al lado de su carácter profético, la visita de la reina de Sabá ilustra el camino del pecador que acude al Salvador. Es la oportunidad para hablar a aquellos de nuestros lectores que todavía no hayan dado ese paso de fe hacia el Señor Jesús: sepan que nada de lo que se les dice con respecto a él puede ser comparado con el conocimiento personal que hagan de él. De modo que solo les diremos, como Felipe a Natanael:
Ven y ve
(Juan 1:47; comp. v. 6).
Y nosotros que conocemos al Señor Jesús desde hace tiempo, ¿sabemos cuál es el más poderoso testimonio que podamos dar de él? ¡Mostremos que somos felices! Alrededor de nosotros, sin confesarlo, muchos suspiran por la verdadera felicidad. ¿Pueden constatar que la poseemos, y que el secreto de esa felicidad es nuestra relación personal con el Señor? Nuestra parte ¿les causa envidia, como era el caso de la reina con respecto a los servidores de Salomón? Si tenemos un aspecto triste, pensarán que Jesús no está en condiciones de satisfacer nuestro corazón, e impediremos que otros vengan, vean… y crean.
Notemos que no hay una medida común entre lo que la reina trajo y lo que recibe: “Todo lo que ella quiso y le pidió” (v. 12).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"