Respecto al pecado, estos versículos reúnen varias verdades de mucha importancia:
1) Durante toda nuestra vida tendremos el pecado en nosotros(cap. 1:8); es la carne o la vieja naturaleza;
2) Hasta nuestra conversión, produjo los únicos frutos que se puede aguardar de él: hemos pecado (cap. 1:10);
3) La sangre de Jesucristo nos limpia de todos esos actos pecaminosos (cap. 1:7); 4) Podemos dejar de pecar por medio del poder de la nueva vida que nos ha sido dada (cap. 2:1) y 5) Si a pesar de todo caemos en el pecado –y, por desdicha, nuestra cotidiana experiencia lo confirma– el Señor Jesús aún interviene, ya no como un Salvador cuya sangre fue derramada, sino como un Abogado para con el Padre, para restablecer la comunión.
La obediencia (v. 3-6) y el amor por los hermanos (v. 7-11) son las dos pruebas de que la vida está en nosotros. La segunda, además, es el resultado de la primera (Juan 13:34). Sin embargo, si amamos al Señor, sus mandamientos nunca nos serán “gravosos” (cap. 5:3). Pero en el versículo 6 Dios nos da aún una medida más alta. Andar como él anduvo es más que obedecer sus mandamientos. En el evangelio de Juan hallamos lo que es verdadero en Cristo, y en su epístola lo que es verdadero en nosotros (v. 8). Es la misma vida y debe mostrarse de la misma manera (cap. 4:17, al final).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"