Ayer recordamos que el Jefe de la Iglesia es quien reparte los dones, los cargos y los diferentes servicios. Pero el creyente está invitado a desear estos dones y a pedirlos al Señor.
Procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis… el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación
(1 Corintios 14:1, 3).
¿Es nuestro deseo ser empleados así por el Señor? Entonces, pidámosle que nos otorgue uno de esos dones espirituales. No para dárnoslas de importante, sino con miras al bien de la Asamblea (Iglesia) y para la gloria del Señor Jesús. Después de los que profetizaban (cap. 25), se vuelven a nombrar a los porteros, o guardas (cap. 26). Es un servicio igualmente deseable, pues: “Si alguno anhela obispado, buena obra desea” (1 Timoteo 3:1).
Aquí volvemos a encontrar a Obed-edom con sus ocho hijos y sus sesenta y dos descendientes. Él había honrado el arca. Ahora Dios es quien le honra y le bendice (cap. 26:4-8, 15). Le confía la casa de provisiones. De esta familia dependerá el alimento de los sacerdotes, figura de la enseñanza en la Asamblea, lo que es una importante responsabilidad (véase Mateo 24:45-46).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"