David, como centro de atracción, ve acercarse a él de todas las tribus, hombres fieles, que le reconocen como jefe. De aquí y de allá llegan las tropas, unas más apresuradas que otras, hasta que un inmenso campamento se halla reunido. Sadoc, joven valiente y esforzado, es nombrado especialmente. Hoy en día, ¿a quién podría designar así el Señor en medio de su pueblo?
Cada soldado que se alista posee una característica particular: algunos tienen más fuerza y valentía, otros más discernimiento y sabiduría, otros más orden o más rectitud… Así ocurre con los hijos de Dios. Diferentes unos de otros, cada uno brillará especialmente por algún rasgo de su carácter: energía, sabiduría, paciencia, fe, amor o perseverancia… Y cada una de estas virtudes es conocida y resaltada por el Señor, el único que las manifestó todas.
La escena final de este capítulo nos hace pensar en Lucas 12:37. Pero el incomparable Señor no dejará a nadie más el cuidado de sus fieles siervos y de sus cansados combatientes. Él se ceñirá y “hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles”.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"