En el corazón del nuevo rey nace un venturoso deseo: volver a dar al arca su lugar de honor y asociar todo el pueblo a este acontecimiento. Todo parece desarrollarse lo mejor posible. La alegría es general. Desgraciadamente un detalle (muy importante) es olvidado, y esto basta para provocar la muerte de Uza, al mismo tiempo que el más grande desconcierto. En seguida, en el corazón del rey, el gozo da lugar al espanto y la irritación reemplaza la alabanza.
La Palabra prescribía que los levitas llevaran el arca sobre el hombro, pero esto no se había cumplido, ¡probablemente por pura ignorancia! Por no saber nada más, se había obrado lo mejor posible. Pero tanto el rey, que debía copiar el libro de la ley, como los levitas, que debían enseñarla, habrían tenido que conocer la ordenanza al respecto (Deuteronomio 17:18; 31:12). Por lo tanto, eran inexcusables. Nosotros en cuyas manos está la Biblia, somos responsables de andar y servir al Señor según las enseñanzas que ella contiene.
El arca es llevada a la casa de Obed-edom y se queda tres meses “con la familia” de ese hombre (v. 14). Le trae bendición, como siempre lo hace la presencia del Señor Jesús en nuestras casas y en nuestros corazones.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"