Los flecheros filisteos habían provocado la derrota de Saúl, quien no había estado en condiciones de vencerlos (cap. 10:3). Sin embargo, aquí descubrimos que pudo haber hallado hábiles hombres de guerra entre sus propios hermanos de la tribu de Benjamín, que manejaban admirablemente el arco y la fronda. Desgraciadamente para Saúl, a diferencia de los hombres del capítulo 12, versículo 29, estos lo dejan para juntarse con David en Siclag. Van a poner su capacidad a disposición de aquel a quien reconocen por la fe como su verdadero señor. ¿Qué hacemos con los talentos que Dios nos confía? ¿Al servicio de qué amo los empleamos? ¿Para Cristo o para el príncipe de este mundo?
Igualmente de entre los gaditas, once guerreros poco comunes se adhieren a David, quien les confía responsabilidades.
Llegan a él todavía hombres de Judá y de Benjamín. El rey sondea su disposición (v. 17). ¿No es magnífica la respuesta que Amasai, jefe de los principales capitanes, da por medio del Espíritu?
Por ti, oh David, y contigo, oh hijo de Isaí
(v. 18).
¡Ojalá cada uno de nosotros pueda confesar, mediante el mismo Espíritu: Soy tuyo, Jesús!… ¡Tuyo soy y contigo estoy! Cosa triste de decir, cierto número de redimidos pertenecen en verdad al Señor, pero su compañía no parece complacerles.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"