No es necesario cumplir obras extraordinarias “para servir al Dios vivo y verdadero” (cap. 1:9). Ante todo, el cristiano debe vivir apaciblemente y cumplir fielmente su tarea cotidiana (cap. 4:11). ¡Pronto se acabará su trabajo terrenal! Al oír la conocida voz del Señor, cada cual dejará su herramienta para ir a Su encuentro y estar para siempre con él. El arrebatamiento de los creyentes es el primer acto de la venida del Señor Jesús (el segundo será su glorioso retorno con ellos: cap. 3:13). Él mismo vendrá a buscarlos; no dejará a nadie más esa labor y ese gozo. Este gozo debe ser la parte de cada redimido y su presente consuelo cuando ha fallecido un familiar o amigo creyente. Como la muerte ha sido vencida, aunque todavía no destruida, los muertos en Cristo simplemente “duermen” (v. 13-15; Juan 11:11-13). Despertarán como Lázaro –mas para siempre– a la voz de mando del Príncipe de la vida. Luego, en perfecto orden y así como él dejó la tierra, los que vivamos
seremos arrebatados juntamente con ellos
para ir a Su encuentro en el aire (v. 17; Filipenses 3:20). ¿Vivirá nuestra generación este maravilloso acontecimiento, esperado por tantas generaciones? Todo lo hace pensar. Tal vez ocurra hoy. Amigo lector: ¿Está usted preparado?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"