Dos veces Satanás impidió que Pablo volviera a Tesalónica (cap. 2:18). Dios permitió esa situación para que tanto los afectos del apóstol como la fidelidad de los tesalonicenses fueran manifestados. Entonces “el tentador” (v. 5), utilizando otra arma, había suscitado grandes tribulaciones contra ellos. Pablo les había advertido que esas pruebas no solo eran inevitables, sino que ellos estaban destinados a esto (v. 3; Juan 15:20; Juan 16:33). Por esa razón, ¿permanecía él indiferente? ¡De ninguna manera! Pero lo que más lo preocupaba no eran las tribulaciones de los tesalonicenses, sino que se mantuviesen firmes en la fe (v. 2, 5-7, 10). ¡Qué lección para nosotros que nos detenemos fácilmente ante circunstancias exteriores –como dificultades materiales, enfermedades, etc.– y perdemos de vista el estado interior del creyente! “No pudiendo soportarlo más” (v. 1, 5), el apóstol había encomendado a Timoteo que los fortaleciese y animase. Y él mismo había sido consolado y hasta regocijado en medio de su propia tribulación como consecuencia de las noticias recibidas. Porque lejos de quebrantar la fe de esos creyentes, muy jóvenes en ella, la prueba había fortalecido esta fe. Los climas más rudos generalmente forjan las razas más resistentes. Una vez más, Satanás había hecho una obra engañosa para sí, según Proverbios 11:18:
El inicuo adquiere para sí una ganancia engañosa (V. M.).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"