Si para los redimidos del Señor su venida significa la entrada en el gozo eterno, para los incrédulos es el comienzo de una “destrucción repentina” (v. 3; Lucas 17:26-30). ¡Bienaventurada esperanza para unos, total y terrible sorpresa para otros! Por desdicha, en la práctica la diferencia está lejos de ser tan nítida. Ciertos “hijos de luz” ocultan su lámpara “debajo del almud, o debajo de la cama” (Marcos 4:21). Duermen, y la somnolencia espiritual es un estado que se asemeja a la muerte. ¿A qué se debe? Generalmente a una falta de sobriedad. Embriagarse es hacer de los bienes de la tierra un uso que supera a lo que uno necesita (véase Lucas 12:45-46). Y cuando uno está adormecido en cuanto a los intereses celestiales y muy despierto en cuanto a los terrenales, ¿puede desear el retorno del Señor? Nosotros que somos del día, “no durmamos como los demás”, “como los otros que no tienen esperanza” (cap. 4:13), para que no seamos sorprendidos, nosotros también, por la llegada repentina de nuestro Señor. Volvamos a leer las serias palabras del Señor en 13:33 a 37. Y hagámonos a menudo esta pregunta: ¿Me gustaría que el Señor me encontrase haciendo lo que estoy haciendo, diciendo o pensando?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"