Jehú es un hombre astuto y lleno de energía. Su plan es ejecutado tan pronto como es concebido. Seguido por una tropa decidida, conduce impetuosamente su carro hacia Jezreel. Al verle, se piensa en ese Jinete acompañado por los ejércitos celestiales que sale para cumplir el juicio “del furor de la ira de Dios”. Su nombre es “El Verbo de Dios” y también “Rey de reyes y Señor de señores”, dicho de otro modo, Cristo mismo. Entonces, el tiempo de la gracia se habrá acabado (Apocalipsis 19:11-16).
“¿Hay paz?”, pregunta Joram por medio de sus emisarios; luego, él mismo va al encuentro de su justiciero (v. 17, 19, 22). Y ¿qué responde la Palabra?
No hay paz… para los impíos
(Isaías 57:21).
Por el contrario, “cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina” (1 Tesalonicenses 5:3). Para el rey impío llega el momento de rendir cuentas. Muchas veces la gracia había hablado mediante Eliseo. Pero él permaneció sordo a su lenguaje. “¡Traición!”, exclama él. Más bien debería decir: ¡castigo!, porque es la mano de Dios la que lo traspasa en el mismo campamento de Nabot, en el cual, conforme a la infalible profecía, debía resolverse la suerte de la sangrienta casa de Acab.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"