Por tercera vez en un momento crítico, Daniel entra en escena para interpretar el pensamiento de Dios. Pero aquí estamos en el último cuarto de hora de la historia de Babilonia. Y el varón de Dios ya no procede con miramiento alguno para anunciar su derrumbe. Belsasar no tuvo en cuenta el testimonio de su padre (v. 22). Daniel solo puede traducirle la irrevocable sentencia. Tres palabras le bastan a Dios para sellar la suerte de Babilonia y su príncipe. “Mene, Mene”: contado y recontado. ¡Admiremos esa repetición! Es como si el justo Dios verificara con cuidado su suma antes de la decisión final (comp. Génesis 18:21). ¡Pesado! ¡Ay! ese frívolo monarca y sus grandes colocados “en la balanza… serán menos que nada” (Salmo 62:9). ¡Finalmente dividido! El Altísimo que “gobierna el reino de los hombres” va a dar este a otro. La Historia relata cómo Ciro el persa, después de haber desviado el curso del Eufrates (el que atraviesa Babilonia), se sirvió de su lecho desecado para introducirse en la ciudad con sus soldados, aprovechando la noche y la orgía del palacio. ¡Es de desear que ese solemne relato también nos instruya!
Velemos y seamos sobrios para que no nos sorprenda la venida del Señor.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"