El tiempo de Nabucodonosor se había caracterizado por la persecución de que fueron objeto los fieles (cap. 3). El de su sucesor Belsasar se destaca, al contrario, por la indiferencia religiosa, la fácil abundancia y la búsqueda de los placeres. En la historia del mundo tales períodos se suceden y nuestra época esclarecida y tolerante se parece mucho a la de Belsasar. En la mayoría de los países no se persigue más a los creyentes. Pero se ofende a Dios de otra manera; tenemos una imagen de ello en ese banquete. Para adornar su mesa, el sacrílego rey no teme hacer traer los santos utensilios del Templo. Y la orgía sigue a más y mejor… cuando ocurre algo espantoso. En la pared, “delante del candelero” (comp. Números 8:2), una mano se perfila, escribe algunas palabras y desaparece… El rey palidece, sus rodillas se entrechocan; también los grandes están perplejos. ¿Cuál será el sabio que leerá la trágica escritura? (1 Corintios 1:19). El príncipe ligero y mundano no conoce a Daniel (comp. Éxodo 1:8). Pero la reina madre sabrá escogerlo. Ella no asistía al banquete, como tampoco el profeta.
Separación del mundo y discernimiento espiritual van a la par.
A los hombres de nuestra generación Dios ya no los advierte con misteriosos mensajes sino mediante su Palabra.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"