En el foso de los leones se renueva el milagro del horno ardiente del capítulo 3. El varón de Dios es guardado de los dientes de las fieras como en otros tiempos sus tres amigos lo fueron del ardor del fuego.
Hebreos 11:33-34 nos revela su común secreto: “por fe… taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos”.
Uno puede preguntarse por qué Dios liberó a esos siervos cuando tantos otros mártires dejaron su vida en las hogueras o las arenas (comp. Hebreos 11:37). Ante todo, Dios protegió a sus testigos para mostrar su poder: aquí Él estaba comprometido frente a Darío. Este episodio de la vida del profeta corresponde palabra por palabra a la experiencia relatada en el Salmo 57 (v. 4-5 y el solemne v. 6).
¡Cómo nos hace pensar Daniel en el Señor Jesús! Así fue Cristo, fiel del principio al fin: extranjero, separado del mundo, pero siempre dispuesto a hacer el bien y a revelar el pensamiento de Dios acerca del mundo.
Como Daniel, no dio motivo a las acusaciones y fue condenado sin razón, a causa de su misma fidelidad (comp. v. 4). Pero salió triunfante de la muerte (ese dominio del león rugiente: Salmo 22:13, 21), la cual será la parte de los malvados. ¡Sí, gloria a nuestro Redentor!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"