En su oración dirigida al “Dios de nuestro Señor Jesucristo” (v. 17), el apóstol intercede a favor de los santos para que sepan primeramente cuál es su posición (v. 18) y luego cuál es el poder que los introduce en ella (v. 19-20). «La plenitud de nuestra bendición surge del hecho de que somos bendecidos con Cristo. Asociados a la ruina con el primer Adán, ahora estamos asociados en gloria con el segundo hombre. Como tal, él nos hace participar de todo lo que posee, señal del perfecto amor cuya consecuencia es “la gloria” (Juan 17:22), “el gozo” (Juan 15:11), “la paz” (Juan 14:27) y el amor del Padre (Juan 17:26). No tomará posesión de la herencia sin los coherederos… Pablo no pide que los santos participen de estas cosas –pues ya les pertenecen– sino que gocen de ellas» (J. N. Darby). Y nótese que son los ojos de nuestro corazón los que deben captar esas gloriosas realidades. El amor es la verdadera llave de la inteligencia (Lucas 24:31). Al alumbrar nuestros afectos, el Espíritu nos hace contemplar a Cristo; resucitado y revestido de poder y majestad según el Salmo 8. Su cuerpo –la Iglesia– lo completa como hombre; él es “la cabeza” glorificada en el cielo; ella es “la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"