¡Cuántas semejanzas hay entre el tiempo de Daniel y el de José! Dios habla a Nabucodonosor por medio de sueños como otrora al Faraón (Génesis 41). Y el intérprete que preparó para explicarlos también es un joven cautivo de la raza de Israel. Daniel fue escogido para revelar los secretos de Dios porque se había guardado de toda contaminación. De modo que el Señor se complacerá en instruirnos y en servirse de nosotros en la medida en que nos abstengamos de las impurezas del mundo.
Notemos cómo Daniel se mantiene apartado hasta que sea debidamente comprobada la incapacidad de los hombres para comprender los pensamientos de Dios. Los mismos caldeos afirman: “No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el asunto… salvo los dioses…” (v. 10-11; cap. 5:11). Solo pueden reconocer su ignorancia, como en otros tiempos los hechiceros de Egipto (Éxodo 8:19). ¡La conclusión de los caldeos debía haber humillado y confundido al orgulloso monarca! Al contrario, se pone muy furioso y manda matar a todos los sabios.
En oposición con esta actitud, el versículo 14 subraya la prudencia y el buen sentido de Daniel. Quiere tomarse el tiempo necesario para colocar todo ese asunto ante Dios.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"