Daniel se distingue de los demás profetas. Su libro abarca el tiempo de las naciones (Lucas 21:24 final), es decir, el muy largo período que se extiende desde la transportación a Babilonia hasta el futuro restablecimiento de Israel bajo el reinado de Cristo. Pero ese varón de Dios también nos habla mediante su ejemplo. ¡
Cuántas lecciones podemos aprender de él! La primera es esa firme decisión de corazón de no contaminarse… (v. 8).
Como joven extranjero traído a la corte del monarca pagano, podría hallar muchas excusas para acomodarse al régimen real (contrario a los mandamientos de la ley). ¿Qué queda del culto judío ahora que una parte de los utensilios del templo destruido se halla en Babilonia? (v. 2). Él mismo ¿no es un cautivo, objeto de una particular benevolencia, la que él menospreciaría si rehusara la comida del rey? ¿No sería peligroso atraer la atención hacia él y sus amigos? Pero, para ese hombre de fe, ni sus dificultades personales, ni el ambiente hostil, ni la ruina del culto judaico quitan algo de la autoridad de la palabra de Dios. Queridos amigos, esta palabra ¿tiene el mismo valor para nosotros? Entonces, seamos también cuidadosos como esos jóvenes para quitar de nuestro «régimen» todo lo que pueda contaminar nuestro cuerpo y nuestro espíritu (2 Corintios 7:1).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"