A menudo se ha comparado este libro de Ezequiel con el del Apocalipsis. El uno y el otro empiezan con una gloriosa y solemne visión, siguen con los juicios venideros y terminan brindando un cuadro del bienaventurado reino por venir. Pero Ezequiel considera esos acontecimientos bajo su carácter terrenal, con relación a Israel. Por el contrario, en sus últimos capítulos el Apocalipsis presenta de manera simbólica lo que concierne a la Iglesia y su porvenir celestial. La santa Ciudad descrita y medida en Apocalipsis 21 es una figura de ella. Corresponde en el cielo a la Jerusalén terrenal de nuestros versículos 30 a 35; también tiene doce puertas que llevan los nombres de las doce tribus de Israel (Apocalipsis 21:12; comp. igualmente lo que se dice del río en el cap. 47:1, 12 con Apocalipsis 22:1-2).
El hermoso nombre que la ciudad llevará en el porvenir: Jehová-sama (Jehová allí; v. 35) nos recuerda que la nueva Jerusalén será “el tabernáculo de Dios” (Apocalipsis 21:3); más aún: que el gran pensamiento de Dios en Cristo es el de ser finalmente “todo en todos” (1 Corintios 15:28). ¡Es de desear que tenga desde ahora su morada en cada uno de nuestros corazones!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"