Cuando un niño se cree capaz de una hazaña imposible (por ejemplo, levantar un saco de cincuenta kilos), ¿qué le dice su padre?: «¡Prueba!». Y solamente cuando el pequeño comprueba, por su fracaso, que su padre tenía razón, está dispuesto a confiarle esa tarea.
Esta es la lección que Israel deberá aprender al pie de la montaña de Sinaí. Cree poder hacer todo lo que Jehová pida. Entonces le son presentadas Sus santas exigencias.
El capítulo 12 de la epístola a los Hebreos, refiriéndose a esta escena (v. 18-29) establece el contraste entre el “monte que se podía palpar” y el de Sion (el de la gracia), al cual somos invitados a acercarnos. El mediador ya no es Moisés en la montaña, sino Jesús, quien está en el cielo intercediendo por nosotros. Así que,
Tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia.
(Hebreos 12:28)
El temor de desagradar al Señor no es para nosotros la consecuencia de mandamientos rigurosos, ni de compromisos temerarios que hayamos hecho, ni, como aquí, de una muestra solemne del poder de Dios. Ese temor es la respuesta de nuestros corazones a su inmensa gracia hacia nosotros (Salmo 130:4).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"