Después del desierto de Shur (cap. 15:22) y el de Sin (cap. 16:1), el pueblo llega al desierto de Sinaí. Llevado sobre alas de águilas (símbolo de poder – v. 4), ha llegado ahora al lugar donde Jehová le va a hacer sus revelaciones y enseñarle de qué manera quiere ser servido (cap. 10:26). En Egipto, como lo hemos visto, ningún culto era posible. En cambio, desde que la redención se cumplió, desde que Dios separó a los suyos, espera de ellos el servicio de la alabanza.
Vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa,
(v. 6)
declara Él en el versículo 6. “Para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó…”, completa 1 Pedro 2:9.
Este capítulo comienza, pues, una nueva parte del libro. Hasta aquí hemos considerado lo que Jehová, en gracia, hizo por su pueblo. A partir de ahora vamos a encontrar lo que en reciprocidad espera de ese pueblo. Dios siempre empieza por dar antes de exigir algo. Desgraciadamente, el pobre pueblo no se conoce a sí mismo, a pesar de Mara y Meriba. Responde con esta loca promesa que Dios no le pedía:
Todo lo que Jehová ha dicho, haremos.
(v. 8)
No le necesitará mucho tiempo para manifestar su incapacidad de cumplirla.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"