Después de ser alimentado y una vez saciada su sed, el pueblo está preparado por Jehová para realizar una nueva experiencia: la del combate con Amalec. Solo después de ser fortalecidos “en el Señor, y en el poder de su fuerza”, los creyentes pueden resistir a sus enemigos (Efesios 6:10-13). En el Mar Rojo, Jehová combatía por los suyos y ellos permanecían tranquilos (cap. 14:14). La cruz fue el combate del Señor solo. Nosotros no podíamos luchar por nuestra salvación. Pero, después de la conversión empiezan los combates (Gálatas 5:17). Como un ejército, nuestras antiguas faltas vuelven a hostigarnos, a hacernos la guerra (1 Pedro 2:11). ¿No podremos contar con el Señor en esto? ¡Por supuesto que sí! En la cruz Él combatía por nosotros, en nuestro lugar, pero ahora Él, el verdadero Josué, combate con nosotros. Sin embargo, únicamente en la cumbre del monte se decide la victoria. Cristo, a la vez verdadero Moisés y verdadero Aarón, desde su resurrección y su ascensión está en el cielo intercediendo por los suyos. Y sus manos no se cansan jamás (Romanos 8:34, 37; Hebreos 7:25). El resultado de la batalla no depende de la fuerza de los combatientes sino de su fe y de las oraciones del Señor Jesús. En este relato Josué nos enseña a combatir y Moisés a orar (Salmo 144:1-2).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"