Nuestros padres comieron el maná en el desierto,
(Juan 6:31-33)
recordará la multitud al Señor Jesús. Pero él les responderá que Él mismo es “el verdadero pan del cielo”. Cristo es el alimento del creyente; da la nueva vida y la sustenta. Al respecto, este capítulo nos proporciona varias instrucciones prácticas de gran importancia: 1) La cantidad de maná recogido estaba en relación con el apetito de cada uno (v. 18). Gozamos de Cristo solamente en la medida en que lo deseamos. ¡Y jamás lo desearemos demasiado! (Salmo 81:10). 2) El maná respondía a las necesidades del día, no a las del día siguiente. Cristo debe ser mi alimento, mi fuerza para las necesidades del día. Si, por ejemplo, hoy tengo particular necesidad de paciencia, la encontraré inspirándome en la perfecta paciencia de Jesús. 3) Por último, los hijos de Israel tenían que recoger su porción de maná cada mañana antes de que este se derritiese con el calor del día. Alimentémonos de la Palabra del Señor desde la mañana, antes de que las ocupaciones del día hayan hecho perder la ocasión de hacerlo. No pasamos un día sin alimentar nuestro cuerpo. Entonces tampoco privemos a nuestra alma del único alimento que la hace vivir y prosperar: Jesús, el pan de vida.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"