La actitud de Absalón no muestra trabajo de conciencia alguno. Cuidadosamente preparó su golpe de Estado. Día a día iba a la puerta de la ciudad para encontrar allí a los que tenían algún asunto que juzgar. Les extendía la mano, los besaba y los interrogaba acerca de los motivos que los traían. Luego, les daba a entender que su padre no era capaz de tomar su causa en mano. Agregaba que él, en cambio, si recibiera el poder, no dejaría de ejercer justicia. Aunque hipócrita y lisonjero, Absalón ganaba de esta manera, en todo Israel, una reputación de benevolencia, amabilidad y justicia, a expensas del rey, su padre. “Robaba el corazón de los de Israel” a su verdadero señor (v. 6; Romanos 16:18).
Hoy en día, ¿no hay todavía personas (u objetos) hábiles para robar nuestros corazones al verdadero David? Recordemos que estos corazones pertenecen al Señor Jesucristo. Él pagó un precio muy grande para poseerlos sin reserva y para siempre.
En los versículos 7 a 12 vemos a Absalón encubriendo su infame acción con un pretexto religioso, para organizar la conspiración que debe –según cree– colocarle sobre el trono (Jeremías 9:3-5).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"