El pueblo ha comprobado que es incapaz de liberarse por sí mismo. Su posición es desesperada… Ahora Dios puede obrar. “Que marchen”, ordena a Moisés. ¡Cómo!, el mar está ante ellos ¿y Jehová les ordena avanzar? Pero la fe obedece y cuenta con Dios. El ángel de Dios viene con la columna de nube y se pone entre el campamento de Israel y el de los egipcios. Entonces, ¿qué puede temer el pueblo? Recordemos que Dios siempre quiere ponerse como una pantalla entre nosotros y nuestras dificultades. De día y de noche sus cuidados se ejercen apartando peligros que, frecuentemente, incluso no conocemos.
¡Eso es la liberación! Encontramos las fases de ella en tres versículos del Salmo 136:
Dividió el Mar Rojo en partes, porque para siempre es su misericordia;
Hizo pasar a Israel por en medio de él, porque para siempre es su misericordia;
Y arrojó a Faraón y a su ejército en el Mar Rojo, porque para siempre es su misericordia.
(Salmo 136:13-15)
La muerte no solamente carece de poder sobre los creyentes, sino que, además, se ha hecho su aliada, su arma y su fortaleza. Por su muerte, Cristo hizo impotente “al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” y liberó “a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:14-15).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"