Muy lejos de regocijarse por la desdicha que alcanzó a su rival y perseguidor, David le compone una conmovedora endecha. Este canto “del Arco” (cap. 1:18, V. M.) celebra las cualidades humanas de Saúl: su fuerza, generosidad y popularidad. En cuanto a la maldad del rey, de la cual había sufrido mucho, David también la oculta, como evita hablar de la derrota que provocaría gozo y menosprecio en los enemigos de Jehová. “No lo anunciéis en Gat…” (v. 20).
Lo mismo que Judá (v. 18), necesitamos que se nos enseñen las lecciones de ese canto del Arco: entristecernos por la desdicha de otros; hacer resaltar el bien, aun de los que no nos aman; guardarnos de contar lo enojoso que sepamos acerca de alguien; ante todo, cubrir las faltas de nuestros hermanos pensando en el testimonio del pueblo de Dios frente al mundo (1 Pedro 4:8).
Después, el dolorido corazón de David se expresa con respecto a Jonatán. Maravilloso amor, muy dulce (v. 26) y, sin embargo, pálida figura del amor de Jesús: amor insondable, del cual nada –ni aun la muerte– nos podrá separar jamás (Romanos 8:38-39).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"