David no consultó a Dios antes de descender a la tierra de los filisteos y esto le salió mal. Pero esa amarga experiencia le fue útil. Ahora consulta dos veces a Jehová.
Nunca nos cansaremos de insistir sobre esta fundamental regla de la vida cristiana: la dependencia. Es un deber para con Dios, pero también es la fuente de nuestra fuerza y de nuestra seguridad.
Hebrón, adonde Dios conduce a su ungido, es un lugar que habla de muerte. Allí estaban los sepulcros de los patriarcas. Cristo, el Amado de Dios, el verdadero David, antes de tomar oficialmente su reino, entró en la muerte por obediencia a Dios. A este mismo terreno conduce a los suyos, pues el creyente ha muerto con Cristo.
David no olvida a los habitantes de Jabes de Galaad que habían manifestado bondad hacia Saúl. ¿Olvidaría el Señor la poca misericordia que nos haya permitido ejercitar? (Hebreos 6:10).
La realeza de David se establecerá poco a poco. Por el momento, solo Judá la reconoce. El resto del pueblo está sujeto a Is-boset, hijo de Saúl, sostenido por Abner, su anterior edecán.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"