La batalla entre Israel y los filisteos empieza durante los acontecimientos narrados anteriormente. Pronto se hace ventajosa para los filisteos, quienes disponen de un cuerpo de flecheros contra los cuales los israelitas, alcanzados a distancia, no pueden utilizar sus armas. Entonces, de repente, todo le falta a Saúl. En contraste con David en el capítulo 30, versículo 6, Dios también le falta. El único recurso que ve, es el de quitarse la vida. Así lo hará Judas. Pero, como tantos incrédulos cuya desesperanza los conduce al suicidio (antes que a los brazos del Señor), al querer escapar de la deshonra en la tierra, Saúl no hace más que precipitarse a la desdicha eterna. ¡Miserable hombre! Había tenido el reino y todo lo que se puede desear en este mundo. ¿Pero de qué sirve esto para aquel que pierde su alma? (Marcos 8:36).
Los hombres de Jabes-galaad, emparentados con la tribu de Benjamín (Jueces 21:14), muestran su agradecimiento hacia aquel que los libró en otros tiempos (1 Samuel 11).
Ahora todo el antiguo orden de cosas es puesto a un lado para dar lugar al rey según Dios, David, imagen de Cristo, viniendo a reinar en gloria.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"